Después de tres meses en los que el consumo masivo parecía empezar a recuperarse, junio volvió a marcar un retroceso. Una caída del 0,8% interanual encendió luces de alerta en supermercados, mayoristas y grandes cadenas. Pero hubo una excepción: los kioscos, los almacenes de barrio y el comercio digital no solo resistieron, sino que crecieron.
La cifra, si bien puede parecer modesta, expone una verdad que se percibe en los pasillos del supermercado y en la charla con el almacenero: la mejora macroeconómica que el gobierno celebra aún no se refleja en la economía de las personas.
El informe de la consultora Scentia, que releva más de 8.000 puntos de venta en todo el país, mostró que las ventas se desplomaron un 6,4% en cadenas de supermercados y en mayoristas, pero subieron un 1,3% en autoservicios independientes y kioscos. El canal online —impulsado por promociones y cuotas— mostró un incremento aún mayor: 14,6% interanual.
Lo que se vende (y lo que ya no)
Los rubros más castigados fueron las bebidas alcohólicas (-15,1%), las no alcohólicas (-8,6%) y los productos de higiene personal (-4,7%). Son, en su mayoría, los primeros en caer cuando los ingresos no alcanzan. A contramano, crecieron las ventas de bienes durables como electrodomésticos, autos e incluso algunos inmuebles, motorizadas por el financiamiento con tarjeta.
La explicación, según Guillermo Oliveto, director de Scentia, está en la transformación de los hábitos de consumo: “La gente compra más cerca de su casa, fracciona las compras, prioriza la relación con el comerciante del barrio. Incluso, si lo necesita, pide fiado”.
La tendencia se acelera también por otra causa estructural: la caída del salario real. Desde enero, los sueldos pierden todos los meses contra la inflación. En los primeros cinco meses del año, el poder adquisitivo se redujo un 5,5%. A eso se suman la precarización del empleo y una tasa de desocupación que se acerca al 8%.
El consumo como termómetro social
Aunque algunos indicadores macroeconómicos muestran cierta estabilización, la mayoría de los hogares continúa ajustando. La decisión de cambiar el changuito por la bolsa de mano, o el hipermercado por el kiosco de la esquina, tiene menos que ver con preferencias y más con estrategia de supervivencia.
En paralelo, el consumo digital crece. No por un boom tecnológico, sino por las promociones bancarias, las apps de envío inmediato y la posibilidad de pagar en cuotas incluso productos de necesidad básica. Hoy, comprar por internet ya no es solo para televisores; también lo es para paquetes de arroz y rollos de papel higiénico.
El desafío del segundo semestre
Mientras el gobierno busca sostener el relato de recuperación, el consumo masivo —uno de los indicadores más sensibles de la economía real— sigue funcionando como un barómetro social. Los datos de Scentia contrastan con el Índice de Consumo de la Cámara Argentina de Comercio (CAC), que muestra una suba del 4% en junio incluyendo bienes durables. Pero incluso ese crecimiento no disimula la caída en la heladera cotidiana.
Junio dejó en claro que la economía puede moverse sin necesariamente mejorar la vida de todos. La recuperación, si es que existe, todavía no pasó por el kiosco.