Pilu Giraudo al frente del Senasa: técnica, política y una batalla por la sanidad agroalimentaria

En el mundo agropecuario argentino, pocas figuras despiertan tanto consenso técnico como María Beatriz “Pilu” Giraudo. Ingeniera agrónoma, ex presidenta de Aapresid y referente histórica del modelo de siembra directa, su perfil resume décadas de trabajo territorial, liderazgo sectorial y defensa de la sustentabilidad productiva.

Esta semana, Giraudo fue designada para conducir el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa), un organismo clave para la agroindustria, que atraviesa turbulencias internas y externas. Su llegada, impulsada por el presidente Javier Milei tras la salida abrupta de Pablo Cortese, reconfigura el tablero técnico en un momento de fuerte tensión entre el Estado y el sector agropecuario.

Una santafesina con raíces y mirada federal
Nacida en Zenón Pereyra y formada en el corazón productivo de la provincia, Giraudo representa una síntesis poco común: conocimiento técnico, visión estratégica y legitimidad territorial. En un gobierno que ha optado por la desregulación agresiva y el recorte fiscal como hoja de ruta, su desembarco en el Senasa plantea una incógnita: ¿será posible mantener estándares de control sanitario sin el músculo operativo del Estado?

La pregunta no es retórica. El Senasa, que cuenta con más de 5.000 agentes en todo el país, no solo regula la sanidad animal y vegetal. También fiscaliza la calidad de los alimentos destinados al mercado interno y las exportaciones, administra barreras sanitarias complejas (como la que protege a la Patagonia) y arbitra en disputas comerciales sensibles, como la actual guerra por la vacuna contra la fiebre aftosa.

Giraudo asume ese tablero en plena reestructuración del organismo, con despidos recientes, denuncias de desfinanciamiento y fuertes presiones del lobby privado.

Técnica, pero no neutral
Quienes la conocen destacan su capacidad de diálogo y su defensa de un modelo de producción sostenible con base científica. Durante el gobierno de Mauricio Macri fue vicepresidenta del INTA, y desde la Red Mujeres Rurales ha impulsado políticas de género, innovación y equidad en el agro.

Su designación, sin embargo, no escapa al marco político de un gobierno que ha hecho del agronegocio uno de sus pocos interlocutores confiables. La llegada de Giraudo parece apuntar a tender puentes con los sectores más profesionales del campo, tras semanas de choques con entidades, laboratorios y técnicos del propio Senasa.

En ese sentido, su rol puede interpretarse como una jugada doble: contener la crisis institucional interna del organismo y recuperar el vínculo con un sector que es estratégico para la macroeconomía, pero que también observa con recelo la forma en que se están tomando decisiones.

Gobernar con datos, pero también con legitimidad
En un país donde las crisis sanitarias pueden frenar exportaciones millonarias en cuestión de horas, el rol del Senasa no puede improvisarse. Giraudo deberá demostrar que su perfil técnico puede resistir las lógicas del ajuste, y que aún en un esquema de recortes, se puede sostener un sistema confiable de trazabilidad, fiscalización y control.

La tensión será inevitable: entre lo que exige el mercado internacional y lo que permite el Estado actual; entre la presión por resultados y la necesidad de preservar estándares científicos.

Desde Santa Fe, su nombramiento se sigue con atención. No solo por el orgullo territorial de ver a una referente local en un cargo de peso nacional, sino porque la agroindustria santafesina depende en gran parte de la solidez y previsibilidad que pueda ofrecer este organismo.

En un gobierno que predica eficiencia, Giraudo representa algo más difícil de construir: confianza.

 

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