La sucesión de hechos de los últimos días volvió a mostrar que la seguridad en Santa Fe se mueve sobre una base inestable. En apenas una semana, Rosario quedó otra vez atravesada por ataques a tiros, el interior expuso su preocupación por el vandalismo y los robos, y los datos oficiales marcaron un aumento de homicidios respecto del año pasado. Ese conjunto de episodios dio forma a un recordatorio incómodo: los números pueden mejorar por tramos, pero la percepción de vulnerabilidad sigue firmemente anclada.
El impacto de esta serie corta de días alcanzó a distintas zonas de la provincia. No sólo se sintió en los barrios más castigados del Gran Rosario, sino también en ciudades medianas donde los vecinos describen escenas que se repiten con demasiada frecuencia. En ese clima, la discusión pública se redefine: ya no gira únicamente en torno a la curva delictiva, sino a la pregunta de si los santafesinos pueden moverse con tranquilidad en sus propias cuadras.
Rosario abrió la semana con nuevas balaceras y personas heridas en diferentes puntos de la ciudad. Los episodios ocurrieron en la noche del martes y se extendieron hasta la madrugada siguiente, en un escenario que mezcló violencia armada e intervenciones policiales fragmentadas. A esto se sumó el ataque a un galpón de camiones en Bella Vista, donde un hombre que circulaba en bicicleta disparó varias veces contra el portón. Los peritos encontraron múltiples vainas servidas. Para los investigadores, el hecho encaja con un patrón que viene ganando terreno: intimidaciones rápidas, ejecutadas sin aviso y sin lógica territorial estable.
La vida social de la ciudad no quedó al margen. En la Fiesta de las Colectividades, un operativo derivó en la detención de cuidacoches que imponían tarifas y ocupaban espacios de forma irregular. La intervención excede lo policial: refleja una tensión persistente sobre el uso del espacio público en eventos masivos, donde la convivencia suele mezclarse con prácticas abusivas que incomodan a los asistentes.
En Rafaela, la Federación de Entidades Vecinales volvió a manifestar su preocupación por una cadena de robos y daños en salones comunitarios. La organización solicitó mayor presencia policial, alarmas y un seguimiento más cercano de personas que, sostienen, reinciden en los mismos lugares. El pedido no surgió de un hecho puntual, sino de un cansancio acumulado que tomó volumen en las últimas reuniones con autoridades.
En paralelo, esta semana circuló un dato que reavivó todas las conversaciones: entre enero y octubre se registraron 170 homicidios en la provincia. La cifra implica un aumento respecto de 2024, con Rosario como epicentro y el departamento La Capital en segundo lugar. Aunque el número se mantiene por debajo de los peores momentos de hace algunos años, marca un freno a la tendencia descendente que el Gobierno había destacado meses atrás.
Las fuerzas provinciales informaron resultados que buscan dar cuenta de una respuesta activa. La Policía de Investigaciones detalló que durante octubre realizó más de un centenar de allanamientos vinculados a homicidios, robos calificados, delitos complejos y causas por narcotráfico, con detenidos y prófugos localizados. En Rosario y sus alrededores, las unidades policiales secuestraron decenas de armas en operativos paralelos. La Casa Gris sostiene que estos datos representan el efecto de una estrategia más coordinada entre Policía, Fiscalía y dispositivos de intervención en barrios críticos.
Sin embargo, la foto completa muestra contrastes. En el cordón industrial, los equipos fiscales y policiales coinciden en una radiografía distinta: menos homicidios, más extorsiones y un entramado criminal que se expande hacia zonas donde antes no tenía presencia. Ese desplazamiento modifica el mapa del delito y obliga a pensar políticas que vayan más allá del patrullaje inmediato.
Lo que dejó esta semana es una síntesis difícil de ignorar. La violencia no cede, las demandas vecinales crecen, las estadísticas interpelan y la respuesta estatal convive con un clima social que se mantiene tenso. El desafío que surja de acá en adelante será transformar estos episodios en políticas sostenidas y resultados perceptibles, porque la verdadera medida del control no está en los partes de prensa, sino en la posibilidad de que la calle vuelva a sentirse como un lugar propio.


