El estallido de violencia entre adultos en pleno Valesanito dejó al descubierto una tensión que las organizaciones deportivas ven crecer desde hace tiempo: la distancia entre el espíritu del deporte infantil y las reacciones de algunos mayores que desdibujan el sentido del evento. El episodio, breve pero contundente, interrumpió una jornada que había reunido a miles de chicos en uno de los torneos más importantes de Sudamérica.
El caso no solo involucra a dos delegaciones de peso —Colón y Racing— sino que afecta a una comunidad que sostiene desde hace más de dos décadas un modelo de competencia pensado para el aprendizaje y el disfrute de los chicos. Lo ocurrido preocupa a entrenadores, dirigentes y familias de toda la región, porque muestra hasta qué punto la presión adulta puede filtrarse incluso en espacios diseñados para contenerla.
Según reconstrucciones de testigos y delegaciones, el enfrentamiento se produjo en la zona del camping del Club Atlético Libertad. Padres de ambas instituciones se cruzaron con gritos, empujones y golpes, en un contexto donde la tensión venía escalando desde horas antes. La viralización de un audio interno enviado a profesores y entrenadores, en el que se pedía explícitamente “bajar un cambio” por reclamos arbitrales y gestos desmedidos, anticipaba un clima que los organizadores intentaban desactivar.
La pelea estalló después de un partido ajustado de la categoría 2017 entre Colón y Racing, definido por penales. Un comentario en la tribuna derivó en una discusión que rápidamente escaló. Según relató una familia presente, la disputa comenzó con integrantes de ambas delegaciones forcejeando contra el alambrado y se trasladó al área de descanso. Los chicos, que estaban en otra cancha, no presenciaron el incidente, pero su categoría quedó descalificada. Para los profesores fue uno de los golpes más duros: habían preparado el torneo durante meses y los menores quedaron al margen por una conducta que no les pertenecía.
La organización reforzó controles internos y asistió a las familias que se acercaron a denunciar lo ocurrido. Aunque definieron el episodio como aislado, admiten que en un evento que involucra a más de 150 clubes y miles de jugadores, los desbordes adultos generan un impacto inmediato en el clima general y erosionan un prestigio construido con años de trabajo.
El Valesanito llegó a ser una referencia continental porque combina logística profesional, convivencia entre delegaciones y un enfoque formativo que trasciende al resultado. Precisamente por eso, cada incidente de este tipo obliga a revisar protocolos y, sobre todo, a volver sobre una pregunta que atraviesa a todo el deporte infantil: qué responsabilidad asumen los mayores en la construcción del ambiente donde los chicos juegan, aprenden y se forman.
Lo que dejó la jornada en San Jerónimo Norte no es solo un llamado de atención para clubes y organizaciones. Es, también, una señal para las familias que acompañan cada fin de semana: cuando la tensión adulta se impone sobre los chicos, el deporte pierde aquello que lo vuelve irreemplazable.


