La llegada masiva de electrodomésticos importados alteró de forma abrupta el mapa comercial de Rosario. Lo que comenzó como una reacción del sector ante la apertura de importaciones terminó en un escenario poco habitual: mercadería abundante, precios estancados o en retroceso y una competencia que obliga a revisar márgenes en tiempo real. En un mercado históricamente sensible al dólar, el nuevo equilibrio se construye por exceso de oferta y no por demanda.
Para Santa Fe, donde conviven cadenas con alto volumen y comercios familiares que dependen del flujo cotidiano, el fenómeno no tiene impacto uniforme. Algunos jugadores venden más unidades que hace un año, mientras otros enfrentan la caída de compras presenciales y la imposibilidad de recomponer rentabilidad. La brecha entre ambos modelos se agranda y anticipa un reacomodamiento que excede a la coyuntura cambiaria.
Los empresarios coinciden en que la sobreoferta es el punto de partida. Desde lavarropas de origen chino hasta heladeras turcas y muebles brasileños, la variedad y los precios se ampliaron al ritmo de nuevas importadoras. El movimiento alcanzó a firmas que antes no participaban del segmento y que hoy compiten por colocar stock, aun aceptando márgenes mínimos. La consecuencia visible es una baja de precios que en algunos rubros ronda el 30 por ciento respecto de noviembre de 2024.
En paralelo, el circuito comercial cambió de forma sustancial. El fabricante que antes distribuía mediante mayoristas ahora negocia directo con el comercio, lo que elimina eslabones y achica los márgenes disponibles. El resultado es un mercado más agresivo, donde la caída de precios responde menos a una estrategia comercial que a la urgencia por mover inventario. En el extremo opuesto, los negocios pequeños observan cómo la demanda se retrae o se concentra únicamente en compras por necesidad.
La comparación con los años noventa aparece una y otra vez entre los comerciantes, aunque con matices. La masividad del producto importado recuerda aquella etapa, pero hoy la lógica del consumo es más fragmentada. Pesa la venta online, pesa la financiación y pesa la inestabilidad del ingreso familiar. Aun con ofertas atractivas, la decisión de compra se retrasa: la prioridad pasa por reponer lo que se rompe y no por renovar el hogar.
La caída del consumo minorista confirma esa tendencia. En algunos rubros, la baja de ventas va del 20 al 40 por ciento, un retroceso que se profundizó después del levantamiento del cepo cambiario. Durante esos meses, parte de la demanda se volcó a la compra de dólares, generando un bache comercial difícil de compensar. Solo en semanas recientes comenzó un leve repunte, todavía insuficiente para los comercios más chicos.
El escenario tensiona al sector y anticipa decisiones complejas. Si la oferta importada se sostiene, los precios continuarán bajos, algo favorable para los consumidores pero riesgoso para quienes dependen del margen diario para sostener su actividad. Las próximas semanas definirán si el mercado logra absorber este exceso o si la presión sobre los comerciantes locales se vuelve estructural.


