La tarde cayó con sirenas en el oeste de Rosario. En una escena tan brutal como explícita, la policía detuvo a un hombre de 48 años que mantenía encadenada y desnuda a una mujer en plena calle, sujetándola con un collar para perros. El hecho ocurrió en Eva Perón al 6300, donde vecinos alertaron al 911 al escuchar gritos de auxilio.

Cuando los agentes llegaron, el agresor intentó ingresar a su casa arrastrando de la cadena a la víctima, que pedía ayuda mientras era asfixiada. Tras un forcejeo, fue reducido y detenido. En el lugar se secuestraron una cadena metálica, un collar, una tijera y un celular.

La joven, de 23 años, fue asistida por personal del Sies y trasladada al Hospital de Emergencias Clemente Álvarez (Heca) con lesiones en el brazo derecho. Más tarde denunció que el hombre la había mantenido cautiva y abusado sexualmente, en una vivienda que dijo no reconocer.

El caso quedó a cargo de la Fiscalía de Delitos contra la Integridad Sexual, que ordenó peritajes médicos, toma de testimonios y resguardo psicológico para la víctima.

El episodio conmociona por su nivel de violencia y por haber ocurrido a la vista de todos, en la vía pública, un espacio que se presume de resguardo y terminó siendo escenario del horror. No se trata solo de un ataque individual: es una forma extrema de control sobre el cuerpo femenino, sostenida por el silencio y la naturalización social.

En Rosario, donde la violencia criminal convive con la de género, este hecho vuelve a mostrar la fragilidad de las fronteras entre lo íntimo y lo público. Y plantea una pregunta urgente: cuántas alertas más hacen falta para que las respuestas estatales lleguen antes del daño.

 

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