Rosario es una ciudad que respira fútbol en todas sus formas. Pero esta semana, una de sus variantes más dinámicas y populares —el futsal— se quedó sin aire. Tras una serie de episodios violentos que escalaron hasta una batalla campal en una final, la Asociación Rosarina de Fútbol (ARF) decidió suspender todas las competencias hasta nuevo aviso.
No fue una decisión improvisada. En la habitual reunión de los miércoles, dirigentes, delegados y autoridades de la ARF coincidieron: el problema es estructural. Lo que pasó el fin de semana —cuando Náutico y Rowing definían la Copa de Oro en el estadio cubierto de Newell’s Old Boys— fue apenas el punto de quiebre.
Una final que terminó a las piñas
Todo comenzó con lo que debía ser una fiesta deportiva. El marcador estaba 2-0 a favor de Náutico, con goles de Dante Carballo y Blas Fernández. Pero cuando el festejo empezó en las tribunas, la tensión cruzó el límite. En el centro del campo, jugadores, cuerpo técnico y hasta hinchas de ambos equipos se enfrentaron con golpes, patadas y empujones.
El caos se apoderó del estadio Isaac Newell por algunos minutos. Aunque los disturbios cesaron, se registró una nueva agresión de jugadores de Rowing contra una persona ajena al plantel de Náutico, lo que disparó la decisión que venía madurando puertas adentro: frenar todo.
Una decisión que busca despertar conciencia
“La violencia dentro y fuera de la cancha se volvió recurrente. Esta vez cruzó un umbral”, señalaron fuentes de la ARF. Durante todo 2025 se habían acumulado incidentes menores, que no escalaron mediáticamente, pero que ya encendían señales de alarma.
Ahora, la suspensión no solo implica detener los partidos: es un llamado de atención a jugadores, entrenadores, árbitros y simpatizantes. “Queremos que el futsal se consolide como un espacio deportivo y formativo. Pero no se puede construir nada desde la violencia”, explicaron desde el Consejo Directivo.
El parate afecta a todos los clubes afiliados. No se trata de una sanción directa, sino de una medida preventiva para rediscutir condiciones mínimas de respeto y seguridad. Sin fecha definida para el regreso, el mensaje es claro: hasta que no se garantice un contexto seguro, la pelota seguirá detenida.
¿Y ahora qué?
Según trascendió, las sanciones podrían ir más allá de las multas. Se evalúan medidas disciplinarias que involucren a clubes, jugadores y cuerpos técnicos. El objetivo no es solo penalizar, sino también reformular criterios de convivencia y responsabilidad compartida.
La suspensión, aunque drástica, es vista como necesaria por muchos dirigentes que vienen observando con preocupación la escalada de agresividad en las canchas. Rosario, que se precia de ser cuna del fútbol, sabe que el prestigio también se construye desde la conducta.
Por ahora, el futsal rosarino espera en el banco. El desafío no será solo volver a jugar, sino hacerlo de un modo distinto.