Una vez más, la ciudad de Esperanza es testigo de la creciente ola de inseguridad que se vive en tiempos de incertidumbre. En esta ocasión, los dirigentes y colaboradores del Club Bartolomé Mitre han visto sus esfuerzos truncados por un nuevo acto delictivo que golpea directamente al corazón de su comunidad deportiva.
Entre el domingo y el lunes, delincuentes irrumpieron en el «Mitre Predio», un espacio vital para las prácticas de las divisiones formativas del club, ubicado en Santa Fe y Morandín, al sur de la ciudad. Los ladrones, aprovechando la vulnerabilidad de las instalaciones, rompieron una reja menor y accedieron a una pequeña habitación. De allí, sustrajeron un inodoro, una bomba de agua de alta potencia y todos los cables eléctricos del lugar. Este ataque no solo dejó un hueco físico en las instalaciones, sino que también representó una pérdida económica que ronda el millón de pesos, una cifra devastadora para una institución que se sostiene principalmente por el esfuerzo de sus voluntarios y colaboradores.
Lo que agrava la situación es la repetición de estos robos en tan corto intervalo de tiempo. Hace pocos meses, el club sufrió un robo similar, también de una bomba de agua, que obligó a la dirigencia a organizar múltiples eventos benéficos para recaudar los fondos necesarios para su reemplazo. Ahora, esa misma bomba ha sido robada nuevamente, evidenciando una alarmante falta de seguridad y control en la zona.
La indignación y desánimo entre los voluntarios y colaboradores del club es palpable. El sentimiento de impotencia frente a la recurrente delincuencia no solo afecta el ánimo de quienes trabajan incansablemente por mantener vivo el espíritu deportivo del Club Bartolomé Mitre, sino que también plantea serias preguntas sobre la eficacia de las medidas de seguridad y la capacidad de respuesta de las autoridades locales.
A pesar de las promesas de las autoridades policiales de que están trabajando arduamente en la investigación, la comunidad de Esperanza necesita más que palabras. Se requiere una acción concreta y sostenida para proteger los espacios comunitarios que tanto significan para sus habitantes. La persistencia de estos robos no solo es un reflejo de la vulnerabilidad del «Mitre Predio», sino también un síntoma de un problema mayor que amenaza con desmoronar el tejido social de la ciudad.
La bronca y la impotencia de los colaboradores del club son un grito de auxilio que Esperanza no puede ignorar. Es urgente que se implementen estrategias efectivas para garantizar la seguridad de todos los ciudadanos y para que los esfuerzos de tantos no se vean dilapidados por la creciente inseguridad. La ciudad de Esperanza merece más que promesas; merece acciones concretas que devuelvan la tranquilidad y el respeto por el trabajo comunitario que tantos realizan con dedicación y sacrificio.