El Ministerio de Capital Humano destacó esta semana que la pobreza bajó al 31,6% de la población, lo que equivaldría a más de 6,2 millones de personas que salieron de esa condición en el último año. Sin embargo, la forma en que el Indec mide ese indicador quedó bajo fuerte cuestionamiento.
Los primeros en objetar la cifra fueron los trabajadores del propio instituto. En un comunicado de la Junta Interna de ATE, señalaron que la comparación oficial toma períodos inadecuados y omite que la misma gestión había empujado a millones de personas a la pobreza tras la devaluación inicial. También denunciaron precariedad laboral dentro del organismo y pérdida de profesionales especializados.
Desde el Observatorio de la Deuda Social de la UCA, Agustín Salvia reconoció una mejora estadísticamente verificable por la desaceleración inflacionaria, pero advirtió que se trata de un “descenso sobrerrepresentado”. La medición, sostuvo, se apoya en canastas construidas con consumos de 2004-2005, que no contemplan el peso actual de tarifas y servicios básicos.
El Centro de Economía Política Argentina (CEPA) agregó que la modificación metodológica de la Encuesta Permanente de Hogares permitió captar más ingresos, pero no refleja mejoras reales y sostenidas. Estimó que la pobreza estaría hasta 8,6 puntos por encima de lo informado oficialmente.
Para el sociólogo Eduardo Chávez Molina, de la UBA, la submedición se explica en parte por la subestimación de gastos no alimentarios, como tarifas de luz, agua e internet. Calcula que la pobreza ronda entre 35% y 36%. En la misma línea, Claudio Lozano (Ipypp) remarcó que al actualizar las canastas con datos de 2017-2018, la diferencia con la oficial es notable: el costo de vida habría crecido hasta un 243% desde fines de 2023, muy por encima de la canasta oficial.
Otro punto de conflicto es la estimación de ingresos de trabajadores informales. Según la EPH, habrían mejorado en términos reales, un dato que contrasta con los registros del sistema previsional (SIPA), que marcan estancamiento o caída. La distancia entre ambos cálculos alimenta la desconfianza sobre la solidez de los indicadores.
Más allá de la disputa técnica, los especialistas coinciden en que la sensación social no acompaña las cifras oficiales: con consumo masivo en retroceso y un panorama de endeudamiento familiar, la baja abrupta de la pobreza que celebra el gobierno contrasta con la experiencia cotidiana de millones de hogares.