El dólar toca su máximo desde el fin del cepo y tensiona precios y expectativas

El dólar oficial cerró este miércoles a $1.380 para la venta, lo que representa una suba de $60 en un solo día y configura la cotización más alta desde la salida del cepo cambiario en abril. En lo que va del mes, la divisa trepó un 14%, consolidando una nueva referencia nominal para la economía argentina.

La cifra se ubica a menos de $70 del límite superior de la banda cambiaria inicialmente fijada por el Gobierno nacional —$1.400—, que según estimaciones privadas ya ronda los $1.450 por efecto del deslizamiento inflacionario. Esta aceleración cambia el tono del mercado: de la expectativa de “flotación administrada” se pasó al nerviosismo por la pérdida de control monetario.

En este nuevo mapa, el dólar MEP cerró a $1.359 y el Contado con Liquidación a $1.358, ambos por debajo del oficial. Esta inversión de brechas —habitualmente positivas— es leída por analistas como un indicio de distorsión técnica o intervención oficial encubierta. Mientras tanto, el dólar tarjeta superó los $1.790, y el dólar cripto escaló a $116.562 (según Binance), mostrando una dispersión que alimenta la incertidumbre.

El Gobierno sostiene que la dinámica cambiaria responde a “normalizaciones” propias de la salida del cepo, pero en el terreno real los efectos se sienten con fuerza. Comercios mayoristas frenan ventas, industrias ajustan precios sin horizonte de reposición, y familias reconfiguran consumos básicos. El salto del dólar funciona como disparador de una nueva ronda de inflación reprimida, que impactará en agosto.

Además, la escasa diferencia entre el dólar blue y el oficial —apenas 3,6%— ya no genera alivio. Por el contrario, se transforma en un punto de fuga para operadores que observan inconsistencias entre la política monetaria y el ritmo de actualización de precios.

En provincias como Santa Fe, con sectores exportadores activos pero un consumo interno debilitado, la suba del dólar tiene consecuencias bifrontes. Por un lado, mejora la competitividad cambiaria para agroexportadores; por otro, encarece costos logísticos, insumos importados y mercadería para el comercio minorista. La industria pyme, con fuerte presencia regional, queda atrapada en una pinza entre dólar alto y caída de demanda.

Desde el inicio de la flotación, el dólar oficial acumuló $100 de suba. Pero más que la cifra, lo que preocupa es la velocidad. En ausencia de anclas —ni tarifarias, ni salariales, ni monetarias— el tipo de cambio se vuelve el único precio que todos miran. Y en contextos así, el dólar no sólo valúa productos: valúa expectativas.

Si el Gobierno buscaba estabilizar la economía con un esquema de “sinceramiento” cambiario, el cierre de julio revela que esa estrategia no logró aún instalar confianza. Por ahora, el mercado anticipa. El dólar sube. Y las respuestas siguen sin aparecer.

 

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