La morosidad familiar no da tregua: crece el incumplimiento en créditos personales y tarjetas

El endeudamiento de las familias argentinas continúa en ascenso, pero lo que crece con mayor velocidad no es el acceso al crédito, sino el incumplimiento en los pagos. Así lo confirma el último informe del Banco Central, que muestra un deterioro sostenido en la capacidad de pago de los hogares. En abril, la morosidad en créditos personales escaló al 4,6%, su nivel más alto en 20 meses, mientras que en tarjetas de crédito llegó al 3,2%, el mayor registro desde fines de 2020.

Los datos reflejan una presión creciente sobre la economía cotidiana, especialmente en los sectores medios y bajos, que recurren al financiamiento como mecanismo de supervivencia ante la pérdida de poder adquisitivo. El crédito al consumo, en lugar de representar una herramienta de movilidad social, se convierte hoy en una trampa de endeudamiento progresivo.

Según el informe, la morosidad general del crédito al sector privado subió al 2,2%, con un incremento de 0,2 puntos porcentuales respecto a marzo. En el segmento de consumo, el salto fue aún más marcado, de 0,4 puntos. En contraste, la morosidad de las empresas se mantuvo estable en 0,9%, cerca de mínimos históricos.

El diferencial entre crédito corporativo y familiar se amplía, y revela un fenómeno inquietante: la fragilidad del financiamiento en los hogares no está contenida por la recuperación económica macro, al menos no de forma inmediata ni equitativa.

En paralelo, los canales no bancarios también evidencian deterioro. Según datos de la Cámara Argentina de Empresas de Servicios Financieros No Bancarios (Caesfi), la morosidad en ese segmento creció un 5% en solo seis meses, afectando a sectores históricamente excluidos del sistema financiero tradicional.

Si bien el sistema bancario muestra un previsionamiento del 142%, considerado adecuado para cubrir eventuales pérdidas, los números encienden una alarma en otra dimensión: la sostenibilidad financiera de las familias. Los préstamos sin garantía presentan una mora del 2,3%, más del doble que aquellos con respaldo.

Los números, aunque técnicos, cuentan una historia conocida por miles de personas: llegar a fin de mes implica cada vez más cuotas y menos certezas. Y cuando el crédito deja de ser alivio para convertirse en amenaza, el riesgo deja de ser financiero y pasa a ser social.

 

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