La noche en que la crisis política se profundizó, Javier Milei eligió el escenario. Mientras su espacio buscaba contener las repercusiones de la renuncia de José Luis Espert, el Presidente apareció envuelto en una bandera argentina, cantó rock nacional y arengó a sus seguidores a no “aflojar a mitad de camino”. Lo hizo ante miles de simpatizantes reunidos en el Movistar Arena, en un espectáculo más cercano a un recital que a un acto institucional.
El show coincidió con el momento de mayor tensión interna desde el inicio de su gestión. La dimisión de Espert, motivada por las denuncias de presuntos vínculos con el empresario Fred Machado —acusado en Estados Unidos por narcotráfico—, expuso fisuras en la alianza libertaria y abrió interrogantes sobre su futuro en el Congreso. Aun así, Milei optó por el tono festivo y combativo: reinterpretó Demoliendo hoteles, No me arrepiento de este amor y Libre, mientras proyectaba imágenes del fiscal Alberto Nisman.
En el discurso posterior, mezcló consignas ideológicas y frases de campaña. Prometió “una reforma laboral donde no se pierdan puestos de trabajo” y aseguró que, si lograra gobernar hasta 2031, “los argentinos dejarían de pagar 500 mil millones de dólares en impuestos”. Las apelaciones económicas, sin embargo, quedaron subordinadas a la puesta en escena: un relato heroico sostenido en la épica de resistencia contra “los kukas tira piedras” y los “medios opereta”.
El encuentro también funcionó como gesto hacia su núcleo más cerrado. En el saludo inicial, agradeció a su hermana Karina y al asesor Santiago Caputo —“el Triángulo de Hierro” —, reforzando la imagen de un liderazgo que se blinda en lo personal. La banda en vivo, integrada por funcionarios y legisladores libertarios, completó la fusión entre política y espectáculo.
Fuera del estadio, el contraste era otro: militantes de La Libertad Avanza y manifestantes opositores se cruzaban bajo un fuerte operativo policial. Esa tensión callejera marcó el contrapunto de una escena que, en su interior, buscó mostrar control y adhesión.
En tiempos de inestabilidad institucional y pérdida de aliados, Milei eligió cantar. El escenario se volvió su territorio natural: un lugar donde la economía se transforma en consigna y el poder se mide por la ovación.