Maximiliano Pullaro intenta reacomodarse después del resultado electoral que desacomodó la narrativa de su gobierno. Mientras los votos redibujaron el mapa político provincial, el mandatario reunió a su gabinete y habilitó a sus ministros a recuperar la iniciativa mostrando gestión.
En la Casa Gris, Pablo Olivares y Fabián Bastia convocaron a diputados de Unidos para Cambiar Santa Fe y les adelantaron los números centrales del Presupuesto 2026. La foto, pensada como un gesto de orden y coordinación, buscó enviar un mensaje de control político después de semanas en las que el oficialismo se movió a la defensiva.
El presupuesto llega en tiempo y forma, y eso no es un dato menor: es la señal de que el Gobierno todavía puede marcar agenda. Con prioridades clásicas —educación, seguridad, obras públicas e infraestructura productiva—, Pullaro apuesta a reinstalar el eje de “gestión y resultados” como antídoto ante el ruido político que dejó la elección.
El tono de la reunión fue más político que técnico. Bastia leyó el clima post electoral y pidió cerrar filas; Olivares exhibió números y previsibilidad fiscal. En paralelo, Lisandro Enrico se presentó en la Legislatura con el plan de obras viales del sur santafesino, otro movimiento pensado para ocupar territorio simbólico: la gestión visible frente al repliegue político.
El gobernador sabe que la derrota no fue solo numérica. Expuso fragilidades dentro de Unidos y encendió alertas sobre la capacidad de sostener acuerdos. El Presupuesto se vuelve, así, un test de autoridad: un modo de demostrar que el Gobierno aún conduce y que puede ordenar la conversación institucional más allá del resultado.
En los pasillos del Palacio, la consigna es clara: mostrar acción, no reacción. Pullaro busca en la gestión el terreno donde todavía puede recuperar el pulso que la política le arrebató en las urnas.


