La noche del sábado 9 de agosto, un amplio operativo policial irrumpió en las calles de Nueva Esperanza, en el noroeste de la ciudad de Santa Fe. Cerca de las 19, efectivos de distintas unidades acudieron a una vivienda de Pasaje 9400 donde un agente de la Policía de Santa Fe, identificado como Federico Cardozo (42), se había encerrado tras una discusión con su pareja.
Según el parte inicial, María O. (33) se presentó en el domicilio y relató que Cardozo no le permitía ingresar. Aclaró que no deseaba radicar denuncia, que no estaba lesionada ni requería asistencia médica; pidió acompañamiento para entrar con sus hijos y que los uniformados brindaran recomendaciones al efectivo. Minutos después, el agente se encerró, colocó su auto particular frente al portón para impedir el acceso y dejó de comunicarse. No exhibió su arma reglamentaria.
La zona fue acordonada con intervención de CRE Santa Fe y GGI, mientras se solicitaba al Grupo de Operaciones Especiales (GOE) un negociador y un equipo de irrupción. También se dispuso una unidad del 107 para apoyo sanitario y se dio aviso al Equipo Técnico de Asistencia Familiar (ETAF).
Tras las gestiones del negociador del GOE, Cardozo entregó su arma reglamentaria dentro de la vivienda y fue contenido por el personal interviniente. Luego fue trasladado para su evaluación médica. Con el lugar asegurado, el Jefe de Agrupación ordenó el repliegue de las unidades y el restablecimiento de los patrullajes habituales. No se registraron heridos.
El episodio ocurre menos de diez días después de otro hecho en el mismo barrio: el viernes 1° de agosto, el policía César Muga se atrincheró en su casa, baleó a su pareja de 54 años —que permanece internada en grave estado—, lesionó a su hija de 16 y se enfrentó a tiros con colegas. La seguidilla reavivó la inquietud entre vecinos y autoridades por la prevención de episodios de violencia intrafamiliar dentro de la fuerza.
