La inteligencia artificial llegó a la rutina laboral como un actor inesperado. No pide vacaciones, responde en segundos, aprende en tiempo real. Para algunos, es amenaza. Para otros, una oportunidad. Lo cierto es que ya está reconfigurando la manera en que trabajamos. Y lo más importante: no se trata solo de si una máquina va a reemplazarnos, sino de cómo va a cambiar lo que hacemos.
Un reciente informe de la OIT (Organización Internacional del Trabajo) puso cifras y categorías a ese debate: el 25% de los empleos en el mundo tiene alto riesgo de transformación por efecto de la IA. Pero el dato más relevante no es el del reemplazo, sino el de la mutación. La mayoría de las ocupaciones no desaparecerá: se reconvertirá.
“Casi todos los trabajos incluyen tareas que requieren intervención humana directa. Lo que la IA pone en juego no es el trabajo en sí, sino el contenido del trabajo”, señala el informe.
Qué profesiones corren más riesgo
Según el estudio, los empleos más expuestos son aquellos con tareas repetitivas, estructuradas o basadas en grandes volúmenes de datos. Hablamos de contadores, desarrolladores web, brokers de seguros, agentes financieros, asistentes administrativos. Allí, la IA ya es capaz de ejecutar operaciones con más velocidad y precisión que cualquier humano.
Le siguen otros rubros como el periodismo, la atención al cliente, la programación básica, la redacción de informes o las tareas estadísticas. En todos esos casos, se espera que la IA no reemplace al trabajador, pero sí modifique radicalmente la manera de trabajar.
En cambio, profesiones con alta carga relacional, física o creativa —como la docencia, la medicina, la gastronomía, el trabajo social o los oficios artesanales— aparecen como menos amenazadas. No porque la IA no avance, sino porque hay dimensiones humanas que siguen siendo irremplazables: la empatía, el juicio ético, el sentido común frente a lo inesperado.
Argentina: riesgo, oportunidad y una deuda pendiente
En el contexto argentino, el debate tiene un matiz adicional. Mientras los países centrales discuten regulación, aquí la discusión aún gira en torno al acceso: no todas las empresas, universidades o trabajadores tienen los recursos para incorporar IA de manera sistemática. Esto genera una doble brecha: entre países, y también dentro del país.
Por un lado, sectores tecnológicos, bancarios y administrativos ya experimentan con asistentes de IA para tareas cotidianas. Por otro, millones de trabajadores informales o de la economía popular ven a la inteligencia artificial como una abstracción lejana, sin impacto concreto en su día a día.
Pero también está la oportunidad: formar, capacitar, preparar a las nuevas generaciones para convivir con la IA sin miedo ni resignación. En un país con alta tradición educativa y creativa, la pregunta no debería ser “qué va a hacer la IA por nosotros”, sino qué vamos a hacer nosotros con la IA.
No todo lo que brilla es código
La automatización no es nueva. Ya convivimos con lavavajillas, GPS, correos inteligentes y cajeros automáticos. La diferencia es que ahora la IA no solo ejecuta: también propone, sintetiza, incluso escribe. Pero sigue siendo una herramienta: no tiene criterio, ni valores, ni contexto. Y eso la convierte en poderosa pero limitada.
La clave será —como siempre— el sentido que le demos como sociedad. Si la usamos para potenciar la inclusión, democratizar el conocimiento y liberar tiempo humano para tareas más significativas, será aliada. Si la usamos para sustituir personas solo por eficiencia económica, será otro factor más de exclusión.
La IA no tiene ideología, pero las decisiones sobre su uso sí.
Lo que nadie puede hacer por vos
El informe de la OIT deja una advertencia final: no hay empleo “protegido” por naturaleza. Todos están en proceso de cambio. Lo único que no se puede tercerizar ni automatizar es la capacidad de aprender, adaptarse y generar valor con mirada crítica.
En ese sentido, el futuro del trabajo no será de los que sepan más, sino de los que puedan hacer mejores preguntas. Y eso —al menos por ahora— no lo puede hacer ninguna máquina.