Fabián Richetti quedó ciego a los 30 años y además debió ser sometido a un trasplante doble de páncreas y riñón que le dio la oportunidad que soñaba. Al no tener más diabetes pudo ser operado de su ojo izquierdo y recuperó la vista.
Fabián Richetti no conocía la cara de Ezequiel, su cuarto hijo, nacido mientras él estaba ciego. A Priscila, la tercera, la había visto hasta los 9 meses de vida cuando le dio un beso la noche anterior al día que perdió la vista mientras atendía una verdulería por un desprendimiento de retina. Fueron cuatro años de oscuridad, de temores, de negarse a llevar un bastón que le dijera al mundo su nueva condición.
Fue la diabetes tipo 1 que le diagnosticaron en la adolescencia la que desencadenó la perdida de visión. En 2010, se convirtió en el primer paciente en recibir un trasplante combinado de riñón y páncreas en la provincia de Buenos Aires que le cambió la vida: la diabetes se fue y gracias a ello pudo ser sometido, el mismo año, a la cirugía que le devolvió la vista.
“El médico me pedía que abriera los ojos y no quería. Durante 4 años apreté los párpados para no abrirlos porque algo me molestaba aunque solo veía oscuridad, pero a los dos días de la cirugía para intentar salvarme la vista regresé a la consulta y le dije al oftalmólogo: ‘¡Doctor, creo que veo, pero veo muy nublado!’. Me revisó y vio que tenía tremendas cataratas. De inmediato pidió un quirófano, las operó y se hizo el milagro”, resume Fabián el momento en que su vida volvió a cambiar, esta vez para siempre.
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