Desde antes que el mundo supiera lo que era un Milei en campaña o un Trump 2.0 con ministerios digitales, Steven Forti ya había anticipado la jugada. Historiador italiano radicado en Barcelona, profesor universitario y autor del libro Extrema derecha 2.0, Forti acuñó en 2021 un concepto que hoy parece profético: una nueva derecha radical, moderna, digitalizada, que no llega para romper la democracia, sino para corromperla desde adentro.
En su paso por Buenos Aires, Forti no solo vino a presentar la reedición de su libro —con el subtítulo Cómo combatir la normalización global de las ideas ultraderechistas—, sino también a observar en tiempo real una de las versiones más extremas del fenómeno: la experiencia libertaria argentina bajo Javier Milei, que él considera parte del mismo laboratorio global donde confluyen Bukele, Meloni, Orbán, Netanyahu, Modi y, claro, Donald Trump.
“No estamos ante un regreso del fascismo clásico, sino ante un nuevo tipo de autoritarismo que se disfraza de democracia electoral”, define Forti con precisión quirúrgica.
Ultraderecha 2.0: una estrategia global con rostro local
La clave, sostiene Forti, no está en las formas —aunque reconozcamos que una motosierra o un tuit de Musk ayudan—, sino en la articulación tecnológica, ideológica y narrativa que conecta a estas nuevas derechas en todo el mundo. Y lo hacen con una eficacia brutal: normalizan lo extremo, desdibujan los consensos democráticos y explotan la desafección social con una oferta directa y emocional.
“La izquierda no va a ganarle a la ultraderecha imitándola. Tiene que atacar las causas estructurales que permitieron que conecten con la gente. Si no, solo está pavimentando el camino de su propia derrota”, alerta.
Milei: un síntoma más que un modelo
Para Forti, Javier Milei no es el líder del movimiento, pero sí su síntoma más brutal. Un emergente que aprovecha el desgaste del Estado, la informalidad laboral creciente y la decepción con las promesas incumplidas de los progresismos latinoamericanos.
“Decir que la justicia social es aberrante no es nuevo, pero nunca se había hecho con tanta frontalidad y apoyo popular”, remarca.
No se trata solo de retórica. Forti traza paralelos claros: la motosierra argentina es el DOGE de Musk en Estados Unidos, la militarización de las calles en Buenos Aires tiene su espejo en Roma y Budapest, y los recortes a derechos en nombre del ajuste se repiten —con matices— en todos los gobiernos de esta nueva derecha radical.
El método: ocupar el Estado para vaciarlo
La estrategia, según el historiador, es clara y se repite casi de manual:
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Llegar por las urnas con un discurso antipolítico.
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Debilitar las instituciones que pueden limitar el poder: justicia, prensa, educación.
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Instalar una lógica securitaria y punitiva que naturaliza la represión.
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Recortar derechos bajo el paraguas de la eficiencia.
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Y finalmente, cambiar las reglas de juego para que los adversarios ya no puedan competir en igualdad de condiciones.
“El modelo es el de una autocracia electoral: hay elecciones, pero no son libres ni justas. Y eso ya está pasando”, subraya.
Redes sociales, fake news y la posverdad como armas
El otro frente donde la ultraderecha ha ganado por goleada es el digital. Forti señala dos pilares de esta nueva ofensiva:
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Normalizar lo extremo, corriendo los límites del debate público (la famosa ventana de Overton).
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Destruir la idea misma de verdad compartida, instalando un relativismo radical donde todo puede ser “mi verdad”.
“El objetivo no es imponer una verdad única, sino hacer imposible cualquier consenso. Y eso debilita cualquier proyecto colectivo”, advierte.
¿Y la izquierda? ¿Dónde está el contrapeso?
Forti no deja lugar a dudas: la respuesta no está solo en Twitter ni en los discursos reaccionarios de ciertos sectores del progresismo que coquetean con ideas nacionalistas o aceleracionistas tomadas de sus adversarios.
“La izquierda no puede pelear esta batalla solo desde lo comunicacional. Necesita volver a las calles, al territorio, al tejido social. Y sobre todo, necesita volver a ofrecer respuestas estructurales”, insiste.
El futuro: entre el shock digital y la resistencia territorial
Si algo dejó claro Forti es que la ultraderecha llegó para quedarse, y que sus métodos son más sofisticados, veloces y peligrosos que nunca. Pero también dejó una advertencia esperanzada:
“Las instituciones pueden contener, pero no alcanzar. Lo que frena la deriva autoritaria es la movilización social, el activismo, la construcción colectiva desde abajo. Esa es la tarea. No hay atajos”.
En tiempos de algoritmos, desencanto y polarización, el historiador italiano propone algo tan simple como radical: volver a pensar, organizar y actuar colectivamente, antes de que la democracia termine siendo solo un decorado vacío en una película de ciencia ficción distópica… filmada en tiempo real.