Un hombre de 41 años fue baleado en barrio Tablada, uno de los sectores más violentos de la zona sur rosarina. Recibió al menos cuatro impactos de bala y fue trasladado al Hospital de Emergencias Clemente Álvarez (HECA), donde permanece internado.
El ataque ocurrió el martes pasadas las 15, en inmediaciones de Necochea y Presidente Quintana, a pocas cuadras de bulevar Seguí. Según las primeras pericias, el agresor —un motociclista que circulaba con casco y capucha— se detuvo, abrió fuego y escapó hacia el sur a bordo de una moto Rowser negra.
Fuentes del hospital informaron que la víctima sufrió heridas en el rostro, el fémur, el muslo y un pie. Su estado es estable, pero con lesiones graves. No hay personas detenidas, aunque testigos aportaron descripciones y el caso quedó a cargo del Ministerio Público de la Acusación (MPA).
El episodio se suma a una serie de ataques armados en la zona sur en las últimas semanas, donde las balaceras a plena luz del día se repiten con una frecuencia que ya no sorprende. En Tablada, La Granada y Las Flores, las crónicas policiales se leen como un parte continuo de guerra urbana.
Más allá de los operativos y refuerzos de patrullaje, el problema es estructural. La expansión del delito armado en Rosario creció al amparo de la ausencia estatal y la fragmentación de los controles locales. Las disputas por territorio y economías ilegales conviven con la desprotección de los vecinos, que se acostumbraron a correr cuando escuchan tiros.
La víctima de esta nueva balacera sobrevive, pero la ciudad vuelve a quedar marcada por el mismo diagnóstico: la violencia no se disimula con presencia policial intermitente, se reduce con gestión sostenida, planificación urbana y decisión política real.