Cloacas pendientes: 62.700 hogares santafesinos siguen fuera de la red

Los datos son contundentes y hablan de prioridades demoradas. Según la lectura local del Censo 2022 que presenta “Santa Fe Cómo Vamos”, el 38,1% de los hogares de la ciudad sigue sin conexión a la red cloacal. Traducido a escala cotidiana son 62.714 viviendas que continúan derivando sus efluentes a pozos ciegos, cámaras sépticas o simples excavaciones. El acceso al agua por cañería alcanza al 95,8% de los hogares, aunque casi 7.000 todavía no están conectados a la red de agua potable.

Más de una década de diagnósticos y planes no lograron revertir el rezago. Hubo mejoras —el acceso a cloacas subió 4,3 puntos entre 2010 y 2022—, pero el ritmo fue insuficiente frente al crecimiento urbano. Aquí la política local tiene una deuda acumulada: las gestiones municipales de turno diseñaron metas sin cronogramas vinculantes, priorizaron intervenciones visibles de corto plazo y fragmentaron la expansión de redes sin asociarla a una estrategia de saneamiento por cuencas.

El cuadro se agrava en barrios del cordón oeste y en sectores costeros, donde el suelo y la cota hacen que cada pozo ciego sea un riesgo sanitario. La evidencia de campo que recupera el informe —calles con filtraciones, zanjas colapsadas, napas contaminadas— no es un incidente: es un sistema que falla. Y cuando la respuesta depende del vecino —pagar el camión atmosférico, perforar otra vez, improvisar derivaciones—, la inequidad se profundiza.

En paralelo, la matriz de consumo de energía para cocinar muestra otra tensión: 43,8% de los hogares sigue usando garrafa, un indicador que revela fragilidad de ingresos y una logística costosa para familias que ya enfrentan gastos por saneamiento y agua. La combinación de cloacas ausentes + gas envasado se traduce en presupuesto doméstico comprometido y condiciones habitacionales más precarias.

La responsabilidad es compartida, pero la rectoría urbana es del municipio. El dato duro obliga a cambiar el modo de gobernar lo básico: pasar de anuncios a tableros públicos de obra, con metas por barrio, hitos trimestrales, costos y fuentes de financiamiento identificadas (recursos propios, Provincia/Nación, multilaterales y contribución por mejora con esquemas de subsidio para hogares vulnerables). La planificación debe ser por cuencas, con proyectos ejecutivos listos y licitaciones escalonadas, y un sistema de priorización sanitaria que ponga primero a los sectores críticos.

Lo pendiente no es solo ingeniería: es gestión. Sin control de pérdidas, mantenimiento preventivo, fiscalización de pozos y educación sanitaria, la inversión se diluye. El informe deja una enseñanza simple: cada año sin cloacas multiplica costos públicos y privados. La vara con la que habrá que medir a la próxima gestión —y a la actual— no será el render de una obra, sino cuántas conexiones efectivas suman por trimestre y en qué barrios.

 

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